Carlos Mazón: la caída de un liderazgo y el colapso de una narrativa

Hay crisis que definen carreras políticas, y otras que las destruyen.
La de Carlos Mazón, hasta hace poco presidente de la Generalitat Valenciana, pertenece sin duda al segundo grupo.

Lo que comenzó como una catástrofe natural —la DANA que azotó la Comunidad Valenciana en octubre de 2024— acabó convirtiéndose en una crisis reputacional total: institucional, emocional y política.
El problema no fue solo el desastre meteorológico, sino la gestión del relato que lo siguió.

Durante meses, Mazón intentó sostener la legitimidad de su liderazgo con explicaciones técnicas y gestos administrativos.
Pero lo que pedía la sociedad no era información, sino empatía, presencia y responsabilidad.
Esa distancia emocional terminó por romper el vínculo de confianza entre el presidente y la ciudadanía.

Su dimisión, el 3 de noviembre de 2025, llega como consecuencia de una erosión prolongada, visible y pública, que trasciende lo político para instalarse en el terreno más difícil de reconstruir: la reputación.

Carlos Mazon Cadena Ser ReputationUP

De la DANA al desastre reputacional

El momento en que el líder desapareció

El 29 de octubre de 2024, una DANA arrasó la Comunidad Valenciana.
Las lluvias torrenciales provocaron más de 200 víctimas mortales, miles de desplazados y daños millonarios.

Sin embargo, la tragedia natural no fue lo que derrumbó el liderazgo de Mazón: fue su ausencia simbólica.
Mientras la emergencia escalaba, el presidente se encontraba en un almuerzo con la periodista Maribel Vilaplana.
La noticia —y la imagen— se propagaron con velocidad viral. En cuestión de horas, Mazón ya no era el gestor de la crisis, sino su protagonista negativo.

En reputación pública, el tiempo es más poderoso que la verdad.
Cuando la percepción emocional se instala antes que la explicación técnica, la narrativa se vuelve irreversible.

Carlos Mazon El Pais ReputationUP

Tres fallos estructurales en la gestión de la reputación

1. La ausencia de liderazgo visible

En comunicación de crisis, la primera aparición pública define el tono emocional de la gestión.
Mazón tardó en comparecer, y cuando lo hizo, adoptó un registro burocrático, cargado de tecnicismos.
En medio del dolor, esa distancia comunicativa se leyó como frialdad, no como prudencia.

El liderazgo no se mide solo por la toma de decisiones, sino por la presencia simbólica.
Los ciudadanos necesitaban a un presidente que encarnara la calma, no a un portavoz de protocolo.

2. La desconexión emocional

A lo largo de las semanas siguientes, Mazón insistió en que la Generalitat había cumplido los procedimientos previstos.
El problema no fue lo que dijo, sino lo que no dijo: nunca articuló una disculpa clara, ni un gesto de duelo institucional profundo.
Las víctimas y sus familias interpretaron esa omisión como un signo de desinterés.

En gestión reputacional, la empatía no es un complemento: es el núcleo de la credibilidad.

3. La incoherencia del relato

Las distintas versiones sobre sus movimientos y las declaraciones contradictorias de su entorno generaron una sensación de desorganización y opacidad.
Cuando un gobierno cambia de relato, pierde no solo autoridad política, sino reputación moral.
La opinión pública no perdona la incoherencia: la traduce en desconfianza.

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Europa observa: reputación institucional en riesgo

El caso Mazón ha sido seguido de cerca en Bruselas y Estrasburgo, donde se analiza como ejemplo de cómo la mala gestión comunicativa de una crisis humanitaria puede afectar la imagen institucional de una región.

La Comisión Europea ha subrayado en informes recientes la necesidad de que las administraciones regionales integren estrategias de comunicación emocional en protocolos de emergencia, no solo planes logísticos.

En los despachos europeos, el caso valenciano se cita ya junto a otros como el de las inundaciones del norte de Italia o las crisis sísmicas en Grecia, bajo una misma lección:

“Las infraestructuras se reconstruyen con dinero, pero la confianza solo se reconstruye con verdad y empatía.”

La dimisión: táctica política, no redención moral

El 3 de noviembre de 2025, Mazón compareció para anunciar su dimisión.

El discurso fue breve, controlado y emocionalmente plano.
Reconoció errores, pero no asumió una responsabilidad directa.
Su frase más repetida —“Tienen todo el derecho a expresarse como consideren”— se interpretó como distancia y resignación, no como arrepentimiento.

A nivel reputacional, la dimisión fue inevitable, pero insuficiente.
No reparó la confianza ni alivió la indignación pública, porque llegó sin un acto de empatía visible.

En gestión de crisis, el cierre del ciclo no se consigue con un gesto administrativo, sino con una restitución emocional.
Y esa parte Mazón nunca la ofreció.

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La presión social: cuando la calle impone la agenda

Durante meses, más de 200 organizaciones sociales y colectivos de víctimas mantuvieron protestas semanales.
Lo que comenzó como una demanda de explicaciones se transformó en un movimiento ciudadano sostenido que exigía la dimisión del presidente.

Las manifestaciones no solo fueron masivas, sino simbólicas: se realizaron frente a la Generalitat, con velas y fotografías de las víctimas.
El lema “Mazón dimisión” dejó de ser una consigna para convertirse en un diagnóstico social.

La reputación política colapsa cuando la ciudadanía no solo deja de creer en ti, sino que deja de escucharte.

Carlos Mazon Onda Cero ReputationUP

El caso Vilaplana: ética, percepción y símbolo

El vínculo personal entre Mazón y la periodista Maribel Vilaplana —presente durante el momento más crítico de la DANA— se convirtió en un símbolo de la desconexión entre poder y realidad.
Aunque no hubo irregularidad legal, la percepción pública fue devastadora: representó la imagen de un líder distraído mientras su comunidad sufría.

En reputación pública, las imágenes no se juzgan por su veracidad, sino por su significado.
Y en este caso, el significado fue claro: ausencia, frivolidad y falta de responsabilidad.

Claves reputacionales: lecciones para el liderazgo contemporáneo

La legitimidad moral precede al poder político

Ningún cargo protege de la pérdida de credibilidad.
La autoridad se sostiene con legitimidad simbólica, y esta se construye con coherencia y empatía.

La transparencia no es un valor, es una práctica

La ciudadanía no exige perfección, exige claridad.
Cada contradicción o matiz defensivo se interpreta hoy como opacidad o manipulación.

La empatía no se improvisa

Los líderes que no entrenan la empatía en tiempos de calma no pueden fingirla en tiempos de crisis.

● La rendición de cuentas es comunicación, no castigo

Reconocer errores públicamente, pedir perdón y explicar decisiones refuerza la credibilidad; ocultarlas la destruye.

Conclusión: el caso Mazón como espejo de una época

La caída de Carlos Mazón no es solo una historia de errores personales, sino una advertencia institucional: en la era de la información inmediata, no se puede gobernar sin comunicar, ni comunicar sin sentir.

Europa observa, los ciudadanos juzgan y las víctimas —como siempre— recuerdan.
Cuando la gestión se vuelve técnica y la comunicación se vuelve defensiva, la reputación ya ha empezado a caer.El desafío para los próximos líderes no será solo gobernar bien, sino gobernar con humanidad.

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